Encilopedia de la Tierra Media
En el mismo momento en que Varda, la Señora de los
Cielos, encendía de nuevo las brillantes estrellas sobre la Tierra
Media, los Hijos de Eru despertaron junto a la laguna de Cuiviénen,
el agua del despertar. Este pueblo era el de los quendi, llamados también
elfos, y, cuando cobraron vida, lo primero que advirtieron fue la luz de
las nuevas estrellas. Por eso, los elfos aman por encima de todo a las estrellas
y adoran a Varda, a la que conocen como Elentári, Reina de las Estrellas,
por encima de todos los Valar. Y aún más, cuando la nueva
luz penetró en los ojos de los elfos en el momento del despertar,
permaneció en ellos y desde entonces brilló en sus ojos. Así
Eru el único, a quien los nacidos en la tierra llaman Ilúvatar,
creó la más hermosa y la más sabia de las razas que
jamás existieron. Ilúvatar declaró que los elfos tendrían
y harían más cosas hermosas que cualquier otra criatura terrenal
y que disfrutarían de la máxima felicidad y padecerían
los mayores sufrimientos. Serían inmortales y no envejecerían,
de manera que vivirían mientras la Tierra viviera. Nunca conocerían
la enfermedad o las pestes, pero sus cuerpos serían de la misma sustancia
que la Tierra y podrían ser destruidos. Podían hallar la muerte
por el fuego o el acero en la guerra, ser asesinados o incluso morir de
pena. Tendrían el mismo tamaño que los hombres,
que todavía no habían sido creados, pero los elfos serían
más fuertes física y espiritualmente, y no se debilitarían
con la edad; sólo se harían más sabios y hermosos.
Aunque eran seres mucho menores en estatura y poder que los divinos Valar,
los elfos comparten la naturaleza de esos poderes en mayor medida que la
raza de los Segundos Nacidos. Se dice que los elfos siempre andan en medio
de una luz que es como el resplandor de la luna cuando está justo
debajo del horizonte. Sus cabellos son como hilos de oro o de plata, o de azabache
pulido, y la luz de las estrellas brilla a su alrededor, en el pelo, en
los ojos, en sus sedosas vestimentas o en sus manos enjoyadas. Siempre hay
luz en un rostro élfico, y el sonido de sus voces es variado, hermoso
y sutil como el del agua. De todas las artes, son maestros en el habla,
la canción y la poesía. Los elfos fueron los primeros que
hablaron en la Tierra y nadie antes que ellos cantó. Y por eso se
llamaban a sí mismos, muy apropiadamente, los quendi, los parlantes,
porque enseñaron a hablar a todas las razas de la Tierra. En la Primera
Edad de las Estrellas, tras la caída de Utumno y la derrota de Melkor,
el Enemigo Oscuro, los Valar llamaron a los elfos para que fueran a las
Tierras Imperecederas en el oeste. Esto ocurrió antes de que surgieran
el Sol y la Luna, cuando la Tierra Media sólo estaba iluminada por
las estrellas y los Valar querían proteger a los elfos de las tinieblas
y del mal acechante que Melkor había dejado tras de sí. Y
así, en las Tierras Imperecederas que se encuentran más allá
de los mares occidentales, los Valar prepararon un lugar llamado Eldamar,
que significa hogar de los elfos, donde se había predicho que con
el tiempo los elfos edificarían ciudades con cúpulas de plata,
calles de oro y escaleras de cristal. De esta manera los elfos se dividieron
por primera vez, porque no todos los pueblos élficos querían
abandonar la Tierra Media y entrar en la Luz Eterna de las Tierras Imperecederas.
Atendiendo a las invitaciones de los Valar, un gran número de elfos
marchó al oeste, y éstos fueron los eldar, el pueblo de las
estrellas, pero otros se quedaron por su amor a la luz de las estrellas
y se llamaron los avari, los renuentes. Aunque eran diestros en las vías
de la naturaleza y, como toda su raza, inmortales, eran un pueblo menor.
Casi todos se quedaron en las regiones orientales donde el poder de Melkor
era más intenso, y por eso menguaron. Los eldar fueron llamados también
el Pueblo del Gran Viaje porque viajaron hacia el oeste a través
de las regiones sin caminos de la Tierra Media, hacia el Gran Mar, durante
muchos años. De este pueblo élfico existían tres linajes,
gobernados por tres reyes. El primer linaje era el de los vanyar, y su rey
era IngwÎ; el segundo era el de los noldor, y FinwÎ era su señor,
y el tercero era el de los teleri, quienes eran gobernados por ElwÎ
Singollo. Los vanyar y noldor alcanzaron el Belegaer, el Mar del Oeste,
mucho antes que los teleri, y Ulmo, Señor de las Aguas, fue a su
encuentro y los colocó sobre una isla que era como una inmensa nave.
Llevó entonces a los dos linajes a través del mar a las Tierras
Imperecederas, a Eldamar, el lugar que los Valar tenían dispuesto
para ellos. El destino de los teleri fue diferente que el de sus parientes
y se separaron en varias razas. Debido a que eran los más numerosos,
el viaje de los teleri fue el más lento. Muchos se volvieron atrás,
y entre ellos se contaron los nandor, los laiquendi, los sindar y los falathrim.
ElwÎ, el Gran Rey, se perdió y permaneció en la Tierra
Media. Sin embargo, la mayor parte de los teleri siguió avanzando
hacia el oeste, y nombraron rey a OlwÎ, hermano de ElwÎ, y llegaron
al Gran Mar. Allí los esperaba Ulmo, quien por fin los llevó
a Eldamar. En Eldamar, los vanyar y los noldor construyeron una gran ciudad
que se llamó Tirion, sobre la colina de Túna, mientras que,
en la costa, los teleri edificaron el Puerto de los Cisnes, que en su idioma
era AlqualondÎ. Estas ciudades de los elfos fueron las más
hermosas del mundo. En la Tierra Media, los sindar (a quienes
se llamó elfos grises) se hicieron más poderosos que el resto
de los elfos de las tierras mortales, gracias a las enseñanzas y
a la luz de Melian la Maia. En el bosque de Doriath se fundó un reino
encantado de gran poder. Con la ayuda de los enanos
de las Montañas Azules, los sindar edificaron Menegroth, llamada
las Mil Cavernas, por estar construida bajo una montaña. Pero era
como un bosque lleno de linternas doradas, por cuyos pasillos podía
oírse el canto de los pájaros y el fluir del agua en fuentes
de plata. Éstas fueron las edades de apogeo de los eldar, tanto en
la Tierra Media como en las Tierras Imperecederas. Durante esta época,
el príncipe noldo FÎanor creó los Silmarils, tres joyas
parecidas a diamantes que brillaban con una llama que era en sí una
forma de vida y resplandecían con la Luz viva de los árboles
de los Valar. Entonces, las mentiras difundidas por Melkor dieron fruto
y hubo conflictos y guerra. Con Ungoliant, la Gran Araña, Melkor
destruyó los árboles y su Luz desapareció para siempre
de las Tierras Imperecederas. Durante la Larga Noche que vino a continuación,
Melkor robó los Silmarils y huyó con Ungoliant atravesando
HelcaraxÎ, el hielo crujiente, para regresar a la Tierra Media y a
los pozos de Angband, su gran arsenal. FÎanor juró venganza
y los noldor persiguieron a Melkor hasta la Tierra Media. Al hacerlo se
convirtieron en un pueblo maldito, porque capturaron las naves cisnes de
los teleri de AlqualondÎ y mataron a sus hermanos elfos. Aquélla
fue la primera matanza entre elfos. Con los barcos de los teleri, los noldor
de FÎanor cruzaron el Gran Mar, Belegaer, mientras que los noldor
mandados por Fingolfin, en un acto de gran valor, se atrevieron a cruzar
HelcaraxÎ a pie. Tal y como cuenta el Quenta Silmarillion, así
comenzó la Guerra de las Joyas. Los noldor persiguieron a Melkor
y lo llamaron Morgoth, el enemigo oscuro del mundo. La guerra fue amarga
y terrible y, de los eldar que estaban en la Tierra Media, fueron pocos
los que sobrevivieron. Por fin, acudieron los Valar y muchos eldar de las
Tierras Imperecederas, y en la Guerra de la Ira aplastaron para siempre
a Morgoth el Enemigo. Pero en dicha guerra Beleriand fue destruida y cubierta
por las olas del ancho mar. Los grandes reinos de aquella región
desaparecieron para siempre, al igual que las ciudades élficas de
Menegroth, Nargothrond y Gondolin. Sólo Lindon, una pequeña
parte de Ossiriand, sobrevivió al diluvio. Allí permaneció
el último reino eldarin en la Tierra Media durante los primeros años
de la Segunda Edad del Sol. La mayoría de los eldar que sobrevivieron
a la Guerra de la Ira volvieron a Occidente, embarcaron en las blancas naves
de los teleri y navegaron hasta Tol EressÎa, en la bahía de
Eldamar, donde se encuentra el puerto de AvallónÎ. Mientras
tanto, los hombres que ayudaron a los eldar contra
Morgoth fueron a una isla llamada Númenor. Pero algunos de los eldar
permanecieron todavía en las tierras mortales durante algún
tiempo. Uno de ellos fue Gil-galad, que fue el último de los grandes
reyes de los eldar en la Tierra Media. Su reinado duró hasta la Segunda
Edad del Sol, y el reino de Lindon sobrevivió hasta la Cuarta Edad.
En los años de la Segunda Edad hubo paz. Algunos señores noldor
y sindar se unieron a los elfos silvanos y crearon reinos propios: Thranduil
convirtió a Bosqueverde el Grande en su Reino del Bosque, y Celeborn
y Galadrielgobernaron en Lothlórien, el
Bosque Dorado. En aquella época la principal de las colonias eldarin
fue Eregion, que los hombres llamaron Acebeda,
donde fueron muchos nobles noldor. Se los llamó Gwaith-i-Mírdain,
pero en días posteriores fueron conocidos como los Herreros elfos.
Y a ellos acudió disfrazado Sauron el Maia,
servidor de Morgoth. Celebrimbor, el más grande Herrero de la Tierra
Media, nieto de FÎanor, el creador de los Silmarils, vivía
en Acebeda. Por orden suya y merced a sus capacidades se hicieron los Anillos
de Poder, y, debido a ellos y al Anillo único que forjó Sauron, tuvo lugar la Guerra entre los elfos y Sauron, así como muchas otras guerras. Las
batallas de la Guerra contra Sauron fueron terribles.
Celebrimbor pereció y su país quedó arruinado, y Gil-galad
envió a Elrond y a muchos guerreros de
Lindon para ayudar al pueblo de Eregion. Los elfos que sobrevivieron a la
destrucción de Eregion huyeron a Imladris (que en la Tercera Edad
recibió el nombre de Rivendel) y se escondieron
del terror, y tomaron como señor a Elrond
Medio elfo. Pero, aunque los elfos no tenían suficiente fuerza para
acabar con el poder del Señor Oscuro mientras éste tuviera
el Anillo único, sus aliados, los númenóreanos, se
habían hecho poderosos en Occidente. Los númenóreanos
llegaron en sus naves a Lindon y expulsaron a Sauron
de las tierras del oeste. Más adelante, regresaron otra vez, cogieron
prisionero al Señor Oscuro y se lo llevaron a su país cargado
de cadenas. Allí permaneció Sauron hasta
que las tierras de Númenor fueron engullidas por las aguas del mar
de Belegaer y sobrevino el Cambio del Mundo, cuando las Tierras Imperecederas
fueron apartadas de los Círculos del Mundo. Las tierras mortales
se cerraron sobre sí mismas y las Tierras Imperecederas fueron colocadas
en un lugar que sólo podían alcanzar las blancas naves élficas.
Pero en esa Segunda Edad del Sol todavía quedaba Sauron,
el Señor de los Anillos, que había escapado a la Caída
de Númenor y regresado a su reino de Mordor.
Por eso se constituyó la última Alianza de hombres
y elfos. Juntos destruyeron Mordor y Barad-dûr,
su torre, y le arrebataron el Anillo. él y sus siervos perecieron
y pasaron a las sombras, pero Gil-galad, el último Gran Rey de los
elfos en la Tierra Media, también murió, al igual que ocurrió
con casi todos los grandes señores númenóreanos. Quedaron
todavía unos pocos eldar para vigilar las tierras que lentamente
iba controlando la raza humana. En la Tercera
Edad, la presencia de los eldar en la Tierra Media apenas era una sombra
de lo que había sido en tiempos pasados. Lindon permaneció
pero se mantuvo aislado de las luchas de la Tierra Media, y Círdan,
el Señor de los Puertos Grises, era el elfo de más alto rango.
Las preocupaciones de los elfos parecían ceñirse a ellos mismos
en todo menos en un asunto: el del Señor de los Anillos, quien regresó
de nuevo a Mordor y envió a sus siervos,
los Nazgûl, en todas direcciones. Entonces
los elfos y los descendientes de los númenóreanos lucharon
de nuevo en lo que se llamó la Guerra del Anillo, hasta que al fin
el Anillo único fue destruido. Mordor volvió
a caer definitivamente, y Sauron desapareció
para siempre, al igual que hicieron sus siervos, y su dominio sobre todo
el mal del mundo se rompió. En la Cuarta Edad, en la Era del Dominio
de los hombres, los últimos eldar zarparon
de los Puertos Grises a bordo de las últimas naves blancas que construyó
Círdan, para seguir el Camino Recto. Y así desapareció
para siempre este Pueblo de las Estrellas, rumbo a aquel lugar fuera del
alcance de los mortales, quienes sólo lo conocen por las leyendas
y, tal vez, por los sueños.
|
|