Meara
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Todos los caballos de Arda fueron
creados a imagen de Nahar, el corcel blanco de Oromë, el Jinete de
los Valar. Se creía que los verdaderos descendientes de Nahar eran
los mearas, los «príncipes de los caballos» de Rohan,
porque eran mágicos y maravillosos. Eran de color blanco o gris
plateado, y veloces como el viento, de larga vida, incansables y llenos
de sabiduría. Las leyendas de los rohirrim cuentan que los mearas
se encontraron primero con los hombres de Rhovanion.
En el siglo veintiséis de la Tercera Edad del Sol, el Señor
de los éothéod, de nombre Léod, intentó domesticar
el caballo más hermoso que su pueblo había visto nunca, pero
el caballo era salvaje y orgulloso y derribó a Léod, que
murió. Por eso el caballo recibió el nombre de Daño
del Hombre. Pero cuando el hijo de Léod, Eorl, se acercó
al caballo, éste se entregó al joven señor, como a
modo de compensación. Eorl lo rebautizó como Felaróf,
Padre de los Caballos, porque de él proceden los mearas, que sólo
permitían que los reyes y príncipes del linaje de Eorl los
montaran.
Aunque no podían hablar, entendían el idioma de los humanos, y no necesitaban ni silla ni bridas puesto que obedecían las órdenes que de palabra les daban sus amos, los rohirrim de la casa real. Los mearas eran amados y honrados por sus amos y el estandarte de los rohirrim siempre fue la silueta veloz y blanca de Felaróf galopando sobre un fondo verde. En la Guerra del Anillo, los mearas prestaron grandes servicios. Uno, llamado Crinblanca, llevó a Théoden, el rey de los rohirrim, a las batallas de Cuernavilla y de los Campos del Pelennor, donde ganaron mucha gloria para los rohirrim, aunque al final tanto el caballo como el jinete murieron a manos del rey brujo de Morgul. Hubo otro meara que todavía realizó mayores hazañas. Fue Sombragrís, que, rompiendo la ley que decía que sólo los reyes y príncipes podían montar a los mearas, llevó al Jinete Blanco, el Istari Mithrandir, también llamado Gandalf. Sombragrís tenía el corazón animoso y era fuerte, porque, junto al Jinete Blanco, plantó cara a los Nazgûl y corrió más que las horribles Bestias Aladas. Llevó a Gandalf a tierras de Gondor durante el asedio de la Torre Blanca. Tras la Batalla de los Campos del Pelennor, condujo al mago, junto al ejército de los Capitanes del Oeste, hasta la Puerta Negra de Mordor y participó en la confrontación final con los malignos ejércitos de Sauron. |
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