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Al igual que los elfos
aparecieron con el Renacimiento de las Estrellas, los hombres surgieron
con el Nacimiento del Sol. En la región que los elfos
llamaron Hildórien, la tierra de los seguidores, que se encontraba
en el extremo oriente de la Tierra Media, los hombres abrieron por primera
vez los ojos y vieron la nueva luz. A diferencia de los elfos,
los hombres eran mortales e, incluso comparados con los enanos,
sus vidas eran breves. Los hombres no podían equipararse a los elfos
ni en fuerza física ni en nobleza de espíritu. Eran una raza
débil que sucumbía fácilmente a las epidemias y los
duros elementos del mundo. Por este motivo, los elfos
los llamaron engwar, los enfermizos. Pero, como raza, los humanos eran
tenaces y se reproducían con mayor rapidez que cualquier otra raza,
con la única excepción de los orcos,
y, aunque morían en gran número, se multiplicaban una y otra
vez hasta que acabaron por prosperar en las tierras orientales, por lo
que algunos los llamaron los usurpadores. Morgoth llegó a esas tierras
y encontró en los hombres, al menos en su mayor parte, un pueblo
al que podía doblegar con facilidad. Algunos huyeron de su maldad
y se esparcieron hacia el oeste y el norte. Acabaron llegando a Beleriand
y a los reinos de los elfos noldor. éstos
aceptaron aliarse con aquellos hombres y los llamaron atani, los Segundos
Nacidos, pero más tarde, como la gran mayoría de los habitantes de
Beleriand hablaban el idioma de los elfos grises,
se los conoció más comúnmente como edain, los Segundos.
Los edain se dividían en tres huestes: la Primera Casa de BÎor,
la Segunda Casa de Haladin, y la Tercera Casa de Haldor. Las hazañas
de las Tres Casas de amigos de los elfos fueron
muy renombradas. Uno de los relatos humanos de la Primera Edad es el Narn
i HÓn Húrin, que versa sobre Húrin, el matador de
trolls;
de Túrin, quien mató a Glaurung, el Padre de los dragones;
de Beren, que arrancó un Silmaril de la corona de hierro de Morgoth,
y de Elrendil el Marinero, quien pilotaba Vingilot y llevó a los
cielos a la Estrella de la Mañana. En la Primera Edad llegaron todavía
más hombres procedentes del este. Eran un pueblo distinto del que
los elfos llamaron hombres cetrinos y Orientales.
En épocas de guerra, la mayoría de estos hombres demostraron
ser poco de fiar y, aunque fingieron amistad hacia los elfos,
los traicionaron ante el Enemigo. Cuando terminó la Primera Edad
del Sol y Morgoth fue arrojado al Vacío, la tierra de Beleriand
fue tragada por el Mar Occidental. Todos los enemigos que habitaban en
Beleriand murieron, así como la mayoría de los elfos
y de los edain. Los edain que sobrevivieron a esa edad se dividieron. Algunos
huyeron del hundimiento de Beleriand y se dirigieron al este. Vivieron
en los Valles del Anduin con otros de su raza que nunca habían entrado
en Beleriand; se los llamó Hombres del Norte, de Rhovanion. Otros
edain se dirigieron al sur con los elfos. A éstos
se les concedió un país que estaba en el Mar Occidental y
se los llamó dúnedain, los hombres de Oesternesse, porque
su isla se llamaba Oesternesse, que en lengua élfica era Númenor.
En la Segunda Edad, los dúnedain recibieron el nombre de númenóreanos
y se convirtieron en una gran potencia marítima. También
se hicieron más longevos y más sabios y fuertes. Su historia
en la Segunda Edad fue gloriosa pero, corrompidos por
Sauron, declararon la guerra a los Valar y fueron destruidos. Númenor
se hundió en un gran abismo, el Mar Occidental la cubrió
y nunca más se supo de ella. Aunque la mayor parte de los númenóreanos
perecieron, hubo algunos que se salvaron del desastre. Entre ellos se hallaban
los númenóreanos negros, que se establecieron en el país
de Umbar, en el sur de la Tierra Media. Pero los más nobles de entre
los númenóreanos regresaron a la Tierra Media a bordo de
nueve naves; su jefe era Elendil el Alto y con él iban sus dos hijos,
Isildur y Anárion. Estos elendili, los Fieles, que pertenecían
al verdadero linaje dúnadan, crearon dos poderosos reinos en la
Tierra Media: el reino del norte, que fue Arnor, y el reino del sur, Gondor.
Pero el
poder de Sauron volvió a crecer y por
ello se creó la última Alianza de elfos
y hombres, que combinaba todos los ejércitos de los dúnedain
y los elfos. Los hombres eran mandados por Elendil
y los elfos por Gil-galad, el último Gran Rey. Muchos hombres, llamados
haradrim, procedentes de las regiones del sur, lucharon contra ellos, al
igual que hicieron otros de Rhûn, que eran los Orientales, y algunos
que vinieron de Umbar, los númenóreanos negros. Alianza derrotó
a las legiones de Sauron. Pero murieron en la
lucha Gil-galad, Elendil y Anárion, y de los jefes dúnedain
sólo quedó Isildur. Fue él quien cortó el dedo
que tenía el Anillo de la mano de Sauron
y el que envió a su espíritu a vagar sin forma en las regiones
más desoladas de la Tierra Media. Así comenzó la Tercera
Edad. Tras coger el Anillo único de la mano de Sauron,
Isildur no lo destruyó, y en los primeros años de la Tercera
Edad sucedió la tragedia. Los orcos lo mataron
con sus negras flechas en los Campos Gladios y el Anillo permaneció
perdido durante un largo período. De los dúnedain que sobrevivieron,
quedaron los hijos de Isildur, quienes gobernaron el reino septentrional
de Arnor, y los hijos de Anárion, quienes gobernaron el reino meridional
de Gondor. Había también otras
razas de hombres que habían surgido en el este y en el sur, muchas
de las cuales hicieron acto de presencia entonces. Los balchoth, los Aurigas
y otros Orientales llegaron de Rhûn para luchar contra los dúnedain
de Gondor, mientras que, del sur, los haradrim
y los variags avanzaron con los númenóreanos negros. Pero
los hombres de Gondor eran fuertes y derrotaron
a todos los enemigos. Pero en el norte surgió otra potencia en el
país de Angmar. Un rey brujo gobernaba aquellas tierras, y reunió
un ejército de orcos y criaturas malignas,
así como Orientales y Montañeses de las Landas de Etten,
para hacer la guerra contra el reino septentrional de Arnor, que acabó
siendo asolado. Aunque Angmar al final fue destruido por los dúnedain
de Gondor, el reino septentrional de Arnor tocó
a su fin; sólo una pequeña parte de sus habitantes sobrevivieron
y siguieron vagando por las regiones ahora vacías, por lo que recibieron
el nombre de Montaraces del Norte. En el sur y desde el este se produjo
un constante flujo de hombres bárbaros, corrompidos hacía
tiempo por el poder de Sauron. Los dunlendinos
avanzaron en pie de guerra, al igual que lo hicieron los haradrim y los
Orientales. Pero entonces Gondor se ganó
un aliado, porque los jinetes llamados rohirrim fueron en su auxilio. Eran
los Hombres del Norte, de Rhovanion, y eran parecidos a los Hombres del
Bosque y los beórnidas del Bosque Negro, o semejantes a los Hombres
del Lago o los bárdidos de Valle, porque siempre combatieron los
males provocados por Sauron, el Señor
Oscuro. Al final de la Tercera Edad, se libró la Guerra del Anillo,
y todos los pueblos de la Tierra Media tomaron partido bien por Sauron,
bien por los dúnedain. El ejército de Sauron
fue derrotado. El Anillo único fue hallado y destruido, y llegó
un rey único para los dúnedain. Fue Aragorn,
hijo de Arathorn, al que se llamó rey Elessar, el legítimo
heredero de Isildur. Elessar resultó ser un gobernante férreo
y sabio. Porque, aunque aplastó a muchos enemigos en la guerra y
no temía a nadie en la batalla, hizo la paz con los Orientales y
los haradrim, por lo que, en la Cuarta Edad del Sol, que fue proclamada
la Edad del Dominio del hombre, hubo paz en las regiones occidentales,
una paz que perduró por muchos años gracias a la sabiduría
del rey Elessar y sus descendientes. |